A lo largo de los años en un matrimonio, las rutinas y la complicidad desarrollada se convierten en el día a día y son la esperanza reconfortante al comenzar cada mañana. Esa tolerancia a los defectos y el amor de tantos momentos compartidos es lo que se encuentra de trasfondo en el matrimonio formado por Alice y Jules.
Como cada mañana, Jules se levanta, prepara el café y se sienta en el sofá esperando que su mujer se levante. Pero cuando Alice llega no tarda en darse cuenta de que su marido ha fallecido. Durante todo el día ella recuerda los buenos y malos momentos y en esas últimas horas que pasa a su lado revive toda su vida juntos y le cuenta las cosas que siempre hubiese querido decir y nunca se había atrevido.
Esa soledad deseada por Alice con su marido recién fallecido se ve interrumpida por la presencia de David, un niño con autismo hijo de una vecina que diariamente va a jugar al ajedrez con Jules. Alice se las apañará para que el niño no aprecie la situación real y poder continuar adelante con ese extraño día. La inocencia de David le permite ser consciente de la realidad y poco a poco se va desnudando la realidad vivida en el matrimonio.
David puede ser la única persona que comprenda el comportamiento de Alice, esa intimidad y soledad que necesita para poder hablar en silencio.
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