Alejandro es un niño con discapacidad intelectual que juega en un parque al lado de su madre pero no se relaciona con ningún niño. Su mirada penetrante, su falta de sonrisa y su tristeza le caracterizan.
El narrador y protagonista de nuestra historia es un niño del que no sabemos su nombre. Se reúne con sus amigos en un parque a jugar al fútbol y debido a sus gafas siempre juega de portero. El querría jugar en otra posición, pero es imposible ser un gran delantero, sus amigos no quieren y solo le dejan la portería. Un día cuando están jugando el balón se pierde y se acerca a recogerlo. En ese momento es cuando conoce a Alejandro, un niño silencioso y serio que está jugando solo junto a su madre. El narrador y su grupo de amigos se extrañan del comportamiento de Alejandro y uno de los amigos comenta la discapacidad intelectual de Alejandro pero no llegan a comprender que eso sea motivo de no reírse.
A partir de entonces el compromiso del grupo será que Alejandro se ría y descubrirán que por muchas situaciones divertidas que quieran recrear, no hay nada que le haga sonreír hasta que lo incluyen a jugar al futbol con ellos.
Quiero destacar algo que me llama poderosamente la atención y es la confianza y autoestima que el narrador posee. Sabe que podrá hacer reír a Alejandro y sabe que independientemente de lo que piensen sus compañeros de juegos, Alejandro acabará jugando con ellos.
Es difícil imaginarnos un mundo sin sonrisas, sin jugar, sin compartir… Eso les pasa a los niños, que no llegan a comprender la seriedad contagiosa de Alejandro, ese abstraerse en un mundo que es para ellos lejano. Pero descubrirán que la manera más sencilla es la inclusión en los juegos y aceptar a cada niño con sus virtudes y carencias.
Alfredo Gómez Cerda es uno de los autores más prolíficos del panorama literario español y quiero destacar de él la fuerza de sus obras reivindicando el derecho a la imaginación a través de sus libros.
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