
Tora se siente incapaz de asumir las situaciones a las que se enfrenta. El temor y su angustia es latente durante todo la novela y su defensa será evadirse, se ausenta de sí misma - porque el pensamiento es lo que puede escapar - y aprende a huir mentalmente mientras el cuerpo se encuentra en el lugar.
Un papel importante juega su tía Rakel quien le ofrece la sonrisa, el apoyo y la fuerza para seguir adelante.
La autora lo que nos plantea es una cuestión, por desagracia, muy a la orden del día: el miedo, la vergüenza y el sentimiento de culpa que siente la víctima de una situación de abuso.
Y este libro está en Discalibros porque aparece Frits. Un niño sordo y mudo que va a vivir junto a sus padres al “hormiguero”, denominación del edificio en el que viven todas las familias. Con Frits logra establecer una relación de amistad e incluso Tora comienza a aprender la lengua de signos para poder comunicarse. En este hogar, Tora se siente protegida, comprende lo fundamental del diálogo y ve como la vida es más que hostilidad. El silencio de Frits le ofrece lo necesario en una amistad, además de reconfortarla.
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